13 de junio de 2007

De Julieta


¿A que sabías cuando ni siquiera estabas? Tu voz no ausente no se esfuma del sinsabor citadino, tu nombre aparece sin referenciarse a ti y se esconde en tu presencia para olvidarme. Recorre la lluvia mi camino para borrarlo si lo transitas, me esconde tras tus huellas, las mismas huellas que en el asfalto no se notan. ¿A que sabe la presencia, si no es en contraposición de la ausencia?


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Ella, sentada sin silencio tratando de aprender a esperar; él, en algún lugar que ella no conoce; Ambos en inconfundible cotidianidad: Ninguno, no existen en sus respectivos mundos. Julieta quiere escribir una canción, el Dr. Sinnombre quiere curar a un enfermo que le salve el honor, y con eso la vida, más no el corazón.


Julieta se despierta en el ritual sin hábitos, no es desempleada, pero tampoco tiene trabajo, termina saliendo de su casa con rumbo definido, sin trayectoria determinada. La librería deseada es su paraíso indiscreto, suculento espacio de encuentro y desaparición: vida de uñas arreglados en intentos de soberbia, de pelo cortado en angustia.


El Dr. Sinnombre busca su nuevo consultorio, sin paciente alguno, con muchas enfermedades sueltas, con posibilidades de auto autopsia imposible: el suicidio cotidiano, una finitud no presupuestada, una felicidad robada sin dueño alguno.


Julieta espera a un Dr. Sin nombre, porque se sabe malherida, el Dr. Sinnombre busca quizá a una Julieta que curar, herido en sí mismo, felices en su soledad, irreprimible búsqueda de compañía

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