14 de marzo de 2010

Impresiones de Oriente, Korea del Sur (1)

Después de una larga espera en Nueva York finalmente nos subimos en el avión de Air Korea, el que nos llevaría a Seul en 14 horas. El avión olía a condimentos y ajo. Las asafatas lucían elegantes vestidos que combinaban blanco y azul cielo satinado. Pocas veces se ven orientales en Bogotá y es difícil diferenciarlos a priori pues la mayoría tiene el pelo negro y liso, además de los ojos alargados. Resultaba más fácil diferenciar a las asafatas por sus combinaciones alternadas de blanco y azúl en sus uniformes, unas con más blanco y otras con más azúl. Sus rostos, blancos como la nieve que nos recibió en Seul, son delicados y frágiles como lo son sus cuerpos.

El avión se dirijió hacia el polo norte y seguimos el sol las 14 horas, sobrevolando el desierto blanco del norte de Canada y el Estrecho de Boering. Blanco, nunca había visto tan variadas texturas de este color y tan dramáticas también: grietas azules sobre la superficie congelada, innumerables picos y montañas del lado del continente asiático eran sin duda un paisaje estremecedor.

Seul nos recibe de noche, con lluvia y 3 grados de temperatura. Salimos del avión, luego un bus, luego un taxi. Avisos de neón por todas partes, letras incomprensibles con ocasionales traducciones al inglés. El GPS del taxista le idica en coreano hacia cuál dirección debe dirigirse. Finalmente llegamos al centro de entrenamiento del gobierno para sus programas de cooperación internacional, KOICA. En las habitaciones nos esperaba una cama calientica y comida ligera de última hora: yogourt coreano y lichis. Habíamos completado 30 horas de viaje y habíamos viajado 14 horas en el tiempo. Mientras que en Colombia se levantan, en Corea nos vamos a la cama.

El gobierno coreano me dio una beca para tomar un curso sobre cambio climático y prevención de desastres, una beca muy generosa que comparto con un grupo de gente muy interesante: Tanzania, Nepal, Fiji, Filipinas, Cambodia, Myanmar, Timor del Este, Papua Nueva Guinea, China, Honduras y claro, Colombia. La relación entre los países invitados aún no la entiendo muy bien, pero lo cierto es que hacemos parte de los países, mal llamados, "subdesarrollados". Tratamos de comunicarnos en inglés pero realmente nuestras diferencias de dicción, entonación y pronunciación varían de boca en boca, y son 21 sin contar los guías coreanos. Los nepalíes mueven los labios pero no mueven un milimetro la mandíbula. Los de Papua hablan inglés como si estuvieran en la costa y la brisa del mar no dejara llegar a mis oidos sus palabras. Sin embargo, poco a poco nos hemos entendido y hemos aprendido de nuestros países y culturas.

En la primera lista de asistencia que circularon, pidieron que indicaramos nuestra religión y la mayoría de los asistentes son budistas. Entre nos, me sentí incómoda al escribir ninguna, admiro a quienes creen y tienen esa fe, sobre a todo los budistas. Llevo siete días en Corea del Sur, he aprendido mucho sobre Asia Pacífico y poco, pero lo esencial, para la supervivencia en Corea: la comida tiene mucho ajo (mi cuerpo no lo tolera en grandes cantidades); el "kimchi" es como la papa en colombia, está en todas partes, la comen fría por lo general, lleva mucho ajo y picante (cuando nos van a tomar una foto decimos "kimchi!"); hola se dice "anyo ha se yo" y "kakasimeyo" quiere decir que algo está muy costoso. El coreano está lejos de mi alcance y hasta los nombres de los coreanos son difíciles de pronunciar, pero los más comunes como Kim, Young, Lee y Chang se recuerdan con facilidad.

La sociedad del diamante. Luego del fin de la ocupación japonesa hacia mediados del siglo XX, la península de Corea fue dividad por el paralelo 38 en Corea del Norte y Corea del Sur. En el contexto de la guerra fría, cada uno de los países tomó decisiones políticas que hoy se reflejan en diferencias radicales desde un punto de vista político, social y económico. Corea del Sur logró un crecimiento económico que en 50 años reconstruyó al país y lo hizo una potencia mundial, sobre todo a partir del desarrollo de tecnologías de última generación. Cada vez que yo pensaba en tecnología de punta nunca dimensioné las implicaciones que podría tener en el día a día de una sociedad que vive de ella. En el metro la gente poco habla por celular, pocos leen como si se ve en ciudades Europeas. En el metro la gente ve televisión en dispositivos grandes como la palma de una mano. Por lo general ven novelas coreanas y la verdad no me puedo imaginar cómo es un drama en una novela coreana contemporánea. En los baños, los inodoros tienen un pequeño computador al lado de la tasa, sobre todo en restaurantes y hoteles, no me he atrevido a utilizarlos hasta el momento, pero lo haré con seguridad antes de irme. Las funciones que cumple este aparato es mantener la taza a temperatura corporal y disparar chorros de agua con diferentes intensidades y se puede escoger hacia donde se quiere dirigir el chorro. Las luces de las habitaciones se pueden controlar con el teléfono.

Pero los 50 años de desarrollo acelarado de los coreanos tienen unos efectos híbridos a nivel social: durante una 40 minutos de nuestra ruta en el metro de Seul se subieron cuatro vendedores diferentes: capas impermeables, aparatos multiusos, banditas/curas y sopas de calamares en polvo. Cada personaje tenía su discurso muy bien preparado y hablaban con seguridad de sus productos, parecía que le podían solucionar a uno la vida y darle paz en la reencarnación, eternidad, etc. En algunos almacenes locales la calefacción es generada por estufas negras de barro, que tienen incorporado un tubo de aluminio el cual conduce el humo al exterior del recinto.

Los coreanos no paran de trabajar. Los jóvenes en el colegio tienen clases hasta las 3pm pero se quedan en la escuela hasta las 10 pm repasando y estudiando, todos los días. Mi primera noche en Cheonan, una ciudad cerca de Seul, vi muchos jóvenes con uniforme más allá de las 10 de la noche, además de peluquerías abiertas las 24 horas y almacenes de veta de perro hasta la media noche. El tradicional perro chiguagua se consigue con facilidad a las 11pm entre otros como los french puddles con peinados neuróticos y gatos. El tipo de vivienda que se encuentra en este país me ha sorprendido: se contruye masivamente hacia lo vertical: poco espacio y muchas montañas para 50 millones de coreanos. Los inmuebles multiplican la aburrición en torres idénticas de más de 30 pisos, pálidas y con ventañas pequeñas.

La retirada del invierno tal vez tranforme de alguna forma las prácticas diarias de los coreanos, desafortunadamente no estaré acá para comprobarlo. Por ahora me quedan 13 días y espero que hacia el final podamos ver el famoso Cherry Blossom.

Les debo las fotos.