7 de octubre de 2009

El hacedor de sueños


Estuvo hospitalizado por un mes. Al parecer alguien lo empujó cuando se estaba bajando del bus y algunos de sus huesos de 90 años no resistieron el impacto de la caída. Su nombre es Roger Grütter y tiene una ocupación única en el mundo: construye escenarios en miniatura de óperas clásicas. Su boutique no es la más iluminada, ni mucho menos la más llamativa de una de las calles que conduce a la parte antigua de la ciudad de Ginebra, en Suiza. Sin embargo, si algún transeúnte se toma el tiempo de observar la austera vitrina, se dará cuenta de lo atípica que es. Tiene un telón clásico color vino tinto abierto que descubre un pequeño escenario donde se asoman dos de sus creaciones y una gran cartulina con un cielo pintado acompañado de unas letras discretas que dicen “Prenez le temps de rêver”, o tómese el tiempo de soñar.

La boutique, que carece de buena luz, encierra un mundo musical cultivado y una vida poco convencional. Se ven diferentes escenarios en miniatura de óperas clásicas como La boda de Fígaro de Wolfgang Amadeus Mozart y El barbero de Sevilla de Gioacchino Rossini, además de libros de ópera, lupas, cassettes, colores y un televisor de los años 80. 

Roger Grütter, suizo de nacimiento, creció en una familia pobre y dice que esa fue su gran fortuna pues su imaginación le permitió dibujar un mundo que estaba lejos de ser su realidad tangible. Nació en 1920, durante su infancia los libros, por costosos, escaseaban en su casa y el único que tenía a su alcance era la Biblia. Entonces se dedicó a reescribirla en un cuadernillo, sólo cuatro líneas por día a un tamaño minúsculo, inferior a un milímetro. A los 15 años empezó a trabajar en una litografía donde aprendió el arte de hacer libros a color. Mientras trabajaba en este lugar se decía a sí mismo que algún día podría crear algo más hermoso que un libro. Empezó con ilustraciones para libros de naturaleza de la marca Nestlé.

Hacia 1940, uno de los más grandes exploradores marinos e inventores del buceo autónomo, Jacques-Yves Cousteau, le dio un nuevo giro a la ciencia ficción cuando hizo realidad lo que el escritor francés Julio Verne ya se imaginaba en sus libros. La exploración submarina inspiró a Roger quien le propuso a Cousteau hacer un libro ilustrado a color sobre este fascinante mundo. La idea pareció descabellada en un primer momento pero Roger emprendió la realización del libro y su forma final convenció al gran expedicionario.

Pero a Roger no le pareció suficiente explorar el mundo submarino. Luego del primer viaje del hombre a la Luna en 1969, se le ocurrió hacer otro libro, que en este caso ilustrara la odisea espacial. Las páginas de su nueva creación explica el famoso viaje e incluyen en varias ocasiones imágenes y textos de Julio Verne, quien en su libro “De la Tierra a la Luna”, acertó con mucha precisión los avances científicos del hombre, un siglo después.

Nunca le faltaron ideas. La creatividad de este suizo lo empujó varias veces a tocar las puertas de las editoriales más grandes del mundo y cuenta que, a pesar de que las respuestas no siempre fueron positivas inicialmente, logró conseguir en todos los casos lo que quería.

En uno de los numerosos viajes que realizó en su vida se encontró en Italia donde la ópera lo inspiró en uno de los teatros más famosos, La Scala en Milan. Pensó que las óperas eran espectáculos tan bellos que era una pena que sólo pudieran ser vistos y escuchados en las salas de concierto. Así que se le ocurrió una forma para que las abuelitas pudieran llevarse las óperas a sus casas: a través de pequeños escenarios de cartulina gruesa que representaran las escenas, las situaciones y los personajes de una obra, incluyendo por supuesto, la música. Este combo, revolucionario en los años 70, fue fabricado con infinita rigurosidad en miniatura, conservando una innovadora fidelidad de la obra.

Hace siete años la esposa de Roger falleció y no tiene descendiente alguno. Desde entonces tiene su pequeña boutique en Ginebra, donde cada día sigue creando e inspirando a sus visitantes. Hoy amantes de la ópera en Rusia, Japón, Estados Unidos y otras partes del mundo viven la música de otra forma gracias a el.