11 de septiembre de 2010

Los silencios del bosque


La lluvia siempre llega después del almuerzo, viene con el calor de un postre con un café de campo. Eso es lo que ocurre con certeza en este lugar, el santuario de fauna y flora Otún Quimbaya. Son casi las tres de la tarde y ahora me refugio de la lluvia en un cuarto de una de las casas de esta zona cafetera, luego de una mañana en las entrañas del bosque subandino. Queria tomar fotos de aves en la madrugada pero realmente estaba tan a gusto entre las cobijas que preferí no salir de ahí. Salí a las 9, luego del desayuno, a caminar por el sendero "los bejucos", uno fácil de 50 minutos. Los movimientos del bosque poco a poco ocultaron mis pasos sobre el lodo y las hojas secas. Me dejé llevar por el camino, tanto que mi primer susto fue un sonido seco del movimiento de unas ramas, seguido por el relinchar de un ave. Era una pareja de pavas que, al oir mis pasos, reaccionó con alaridos alejándose de mi. Sólo vi el balanceo de las ramas.

Caminé más despacio, consciente del sonido de mis pisadas, así el bosque me dejó entrar en el. Escuché aves y bichos. Un pájaro barranquero fue la primera fotografía que tomé, tiene la cabeza azul metalizado y la cola dividida por dos líneas cuyo final tiene la forma de un diminuto abanico. Seguí avanzando, pensaba en las historias de Guido, un funcionario del santuario, quien me contó el día anterior que en los 14 años que lleva trabajando en el lugar, sólo había visto dos veces un puma. La verdad, me estremecía un poco la idea de saber si me iba a encontrar ese gran felino sola. Pero en realidad, los sonidos más fuertes eran siempre de pavas asustadas o bien de micos aulladores. Estos mamíferos aullan como si avisaran que es el fin del mundo. Se encuentran a lo alto de los yarumos y se desplazan en grupos donde un macho alfa manda la parada. Guido, quien me buscó al final del sendero, me explicó que el macho alfa organiza y controla todo movimiento del grupo. En las mañanas, el grupo se organiza en línea, separados por troncos y se disponen a hacer sus necesidades en las alturas de forma sincronizada. Cada grupo está compuesto por machos y sólo una hembra. Cuando un macho del grupo se quiere aparear, tiene que disputarse la hembra con el macho alfa. El que pierde tiene que abandonar el grupo y por lo general, va en busca de otra hembra que se roba de otro grupo para formar uno nuevo. Pero esto no es lo mas interesante de estos mamíferos. Resulta que si una cría se llega a caer de un árbol, el grupo espera que suba de nuevo y cuando los encuentra, la hembra lo coge a palazos con las ramas. El pobre, bien aporreado por la caída, tiene que aguantar el regaño de la madre, quien le recuerda que de la torpeza sólo queda el dolor.

Las aves de poca gracia y pequeñas cantan melodiosamente al bosque. Los sonidos más disonantes provienen de las aves más coloridas, esto me produce tanta gracia como el hecho de que las hembras son siempre las más feitas y simples, a diferencia de los machos, coloridos e imponentes. Guido me cuenta que las aves siempre están en pareja, macho y hembra, y si llegase a morir la hembra, el macho no busca una nueva y la muerte se lo lleva pronto..

Sigue lloviendo, de nuevo estoy dentro de las cobijas pasando la tarde y recordando mi clase de comportamiento animal.

1 comentario:

@Paradita dijo...

Loli, creo que observar aves es uno de los oficios mas apasionantes que he oído!!! En mi finca, mi mamá nos enseño desde chiquitas a reconocer por el sonido que tipo de aves se hacían cerca a la casa!!!

Que rico que hayas podido tener ese acercamiento, y que hayas aprendido!!!