4 de junio de 2007

chocorramo underground


Una amiga me decía una vez que el tipo de transporte que se toma al inicio del día marca de alguna forma el curso de todas las horas que siguen hasta que cae la noche (Paradita 2007). Y lo creo profundamente, aunque también hay que saber donde poner los ojos. Pero es cierto que no se le puede pedir mucho a los sentidos y al cuerpo después de haber cerrado los ojos por al menos 5 horas. A duras penas sabemos cruzar la séptima sin que nos atropellen los carros y tomar un bus con destino: germania. No falta la mañana lluviosa y tibia, de esas que Bogotá siempre sabe hacer, y cuando nos montamos en el bus no cabe un gato más. Las ventanas sudorosas y un tufo de lo que la gente comió la noche anterior. Mecánicamente tomamos las barras de metal oxidado, con textura un poco pegajosa, para proteger nuestra vida de uno de esos bruscos cambios de velocidad que tienen los conductores de esta ciudad. Cuando tocamos tierra firme y respiramos ese aire que nos gustaría que fuera más limpio, nos sentimos a salvo, es un buen contraste y hasta puede resultar un buen humor después de todo.

Al rededor de las 4 de la tarde me subí en uno de estos transportes y para mi desgracia casi me siento en un repugnante charco de vómito. Por fortuna me di cuenta antes de y me senté cerca de la puerta delantera. Una viejita al lado opuesto del pasillo, que por cierto recibía todo el viento de la puerta de entrada (la que muchas veces los conductores no cierran), se voltea, me dirige su mirada y me dice "niña, ¿por favor me cierra la ventana? es que está haciendo mucho frío." ¡Pues la ventana que ella me estaba pidiendo que le cerrara estaba abierta no más de 5 centímetros! Yo la miré y sentí una compasión inmensa que me hizo actuar cerrando la ventana, pero en mi cabeza la odié, cómo puede ser posible que la abertura de 5 cms sea la culpable del frío de la señora, ¡además el bus tenía un vaho hediondo que debía que escaparse! A esta vieja el termostato ya no le funciona, no se da cuenta que está al lado de la puerta y ¿todos tenemos que pagar por el peso de sus años? Otra señora que estaba sentada detrás de la vieja me dice: "Pero cómo pretende, esta sentada al lado de la puerta.." nos miramos y una risa de complicidad se apoderó de las dos. Sabíamos que la pobre no tenía la culpa.

Cuando me bajé del bus, un sentimiento de comodidad fue bastante evidente y el chocorramo que me quería comer había desaparecido de mi cabeza. De regreso a mi casa, otro bus. Una pareja sentada frente a mi, El le hablaba, la miraba, la buscaba. Ella renuente, miraba sin mirar por la ventana, lo evitaba. El gesticulaba-silencio-beso-mirada-gesto-silencio. Ella, ventana-carro-carro-carro. El haciendo un último esfuerzo le dice algo y se para. Ella lo mira y le dice que no se vaya, el se sienta y se abrazan y ella solloza, ¿qué tan típico en una mujer? a ustedes de descifrar la complicada respuesta. Volví a reírme y era de mi.

"Las mujeres de este malvado planeta están ahogándonos de sentimentalismo, de falso romance; un último salto antes de que los fabricantes de glicerina hagan hervir para entregarlas al consumo". Ray Bradbury, La mezcladora de cemento.

In bocca:dolor de cabeza
*foto de flickr.com



2 comentarios:

@Paradita dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
@Paradita dijo...

Definitivamente me reí un monton al verme citada en tus palabras. Mi niña/mujerzota!!!!

Creo que el primer bocado de comida que te metes a la boca en las mañanas; el primer medio de transporte que te lleva a tu destino cada día; y el primer libro que te leiste por decisión propia...determinan el transcurrir de la cotidianidad o de la sorpresa..!!!